Contar con ciudades saludables implica que se generen mejores condiciones ambientales, sociales, políticas y oportunidades económicas que permitan a sus habitantes estar empoderados con el bienestar y salud tanto de su comunidad como el propio. Cabe resaltar que los ciudadanos integrantes de la comunidad, son los actores más importantes e indispensables en la construcción de ciudades sostenibles y saludables (Restrepo y col.,2016, p.7)
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define a las ciudades saludables como a aquellas que están continuamente desarrollando políticas públicas y creando entornos físicos y sociales, permitiendo a sus habitantes apoyarse mutuamente en la realización de todas las funciones de la vida y alcanzar su potencial completo.
Sus estrategias están orientadas principalmente a disminuir las inequidades en salud (Salud física, salud mental, relación con el entorno, relaciones sociales e independencia) y aumentar la calidad de vida ya que una ciudad no puede ser saludable si tiene grandes desigualdades. (Salas y Col.,2015, p.109-110)
Por otro lado, uno de las grandes barreras que se ha visto en las investigaciones (Díez y col.,2016, p. 2) para el desarrollo de ciudades saludables se encuentran la falta de liderazgo y desconocimiento ciudadano, las ideologías y prejuicios que inciden la separación entre clases sociales y grupos étnicos.
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